viernes, 22 de octubre de 2010
Sergio Ramos y la medición del impacto de las bibliotecas
Según Stephen Town (1) la medición del rendimiento de las bibliotecas se basó primero en las colecciones, luego en la actividad asociada a las colecciones, y después en los usuarios y el uso. Sólo más recientemente se incidió en las cuestiones financieras. En definitiva, medición de inputs y outputs. Entre las diez tendencias top que descubre el estudio "2010 top ten trends in academic libraries" del ACRL Research Planning and Review Committee, figura la creciente demanda que reciben las bibliotecas universitarias para rendir cuentas (accountability) y ser evaluadas (assessment), esto es: "para que demuestren el valor que proporcionan a su clientela e instituciones". Al decir del estudio, la crisis económica conduce a una exigencia cada vez más acuciante de competir por los (cada vez más escasos) recursos lo cual, a su vez, obliga a "demostrar el impacto de la biblioteca sobre los resultados del aprendizaje de los estudiantes, la implicación del estudiante, el reclutamiento y retención de estudiantes, el éxito en las convocatorias de ayudas y la productividad investigadora del profesorado"... ¡Casi nada!
Atilio Bustos, el Director de la Biblioteca de la Universidad Católica de Valparaíso , comenzaba su artículo "Bibliotecas universitarias: ¿sabemos medir sus impactos?"con estas palabras: "estoy preocupado. No tenemos un termómetro adecuado para medir el impacto de las bibliotecas universitarias". Más adelante añadía: "si no contamos con un adecuado instrumental para medir los resultados e impactos de las bibliotecas en las universidades, difícilmente podremos estar seguros de si aportamos valor a la institución de la que formamos parte", para reiterarse poco después en que "las bibliotecas no son capaces de medir cuáles son los impactos que los medios puestos a su disposición generan sobre la capacidad de investigar o de mejorar la calidad de los aprendizajes de su comunidad". Remataba su artículo con un aviso a navegantes: "si nosotros no somos capaces de medir el impacto de nuestra tarea y el grado de contribución de las bibliotecas universitarias a los objetivos institucionales, estamos en una posición muy débil de cara al futuro". Aunque se sigue avanzando en la medición del rendimiento y/o del desempeño de las bibliotecas, la cuestión no acaba de estar resuelta; necesitamos lo que Atilio llama "indicadores de segunda generación"...
Una posible fuente de inspiración para medir el impacto y el valor de las bibliotecas nos la puede suministrar, curiosamente, el mundo del fúbtol. En concreto estoy pensando en el Índice Castrol que, tras varios ensayos, fue oficializado en el pasado Mundial de Sudáfrica. El índice trata de medir la influencia de los jugadores en su equipo y en los partidos. Para ello, más allá de los datos tradicionales de goles marcados, disparos entre los tres palos, asistencias, etc., etc., el índice "analiza el rendimiento de los jugadores, siguiendo sus movimientos en el campo y valorando si han tenido un impacto positivo o negativo sobre la capacidad del equipo para anotar o conceder un gol. Al final de cada partido, los jugadores son puntuados sobre diez". Un resumen de su cálculo se puede encontrar en un reportaje del diario Marca del que copio uno de los párrafos más clarificadores: "el índice Castrol concede una importancia máxima a la zona del campo en la que se produce la jugada. Los jugadores, por ejemplo, recibirán puntos por cada pase completado, pero no será lo mismo hacer un pase en una zona sin peligro o un lugar peligroso. A su vez, los futbolistas también restarán puntos por pases interceptados o mal dirigidos. La cantidad de puntos restados dependerá de la gravedad del error en el pase. No será lo mismo fallar un pase que pueda provocar un mano a mano en contra con el portero que equivocarse en un centro intrascendente". Aspecto también interesante del índice Castrol son sus resultados: según este índice, el MVP del Mundial (el jugador más influyente de todo el campeonato) no fue ni Xavi, ni Iniesta, ni Casillas, ni tampoco Forlán, el oficialmente declarado mejor jugador por la FIFA, fue Sergio Ramos.
Esa idea de medir la influencia de los jugadores en los partidos acaso puede trasladarse al intento de medir el valor que generan las bibliotecas de acuerdo con el estudio de la ACRL, esto es, mediante el impacto o los outcomes definidos por ACRL y ALA como "las formas en que los usuarios cambian a resultas de su contacto con los recuros y programas de la biblioteca". El concepto de outcome nos sitúa de lleno ante el problema de la atribución: ¿en qué grado puede atribuirse a la biblioteca el éxito académico de los alumnos? Dado que en ese éxito concurren tanto causas internas (la inteligencia del alumno, su motivación, etc.), como externas (entre ellas la biblioteca), no parece nada fácil determinar la aportación de la biblioteca. Quizás en el campo de la investigación resulte algo más fácil esa atribución en la medida en que, hoy por hoy, la principal contribución de la biblioteca tiene que ver con la disponibilidad de información científica (oferta, accesibilidad y - en lo que respecta a la oferta de recursos-e - estabilidad).
En conexión con la preocupación por medir el valor que las bibliotecas generan o dejan de generar, un enfoque interesante es el de la teoría de la creación de valor público propuesta a mediados de los 90 por Mark Moore (2). Su planteamiento básico es que "proporcionar servicios ya no es justificación suficiente de la intervención pública financiada por los ciudadanos (...) La cuestión a la que hay que dar respuesta es, más bien: ¿el servicio ofrece impactos social o económicamente valiosos? ¿proporciona valor público?" (3). Confieso que esta teoría me viene interesando desde hace años (hay algún artículo sobre su aplicación al mundo de las bibliotecas, como por ejemplo "Value and Vision", de Eleanor J. Rodger, en American Libraries).
¿Qué es valor público? Para empezar podemos basarnos en la definición general que da Baier (4): "valor es la capacidad de un bien, servicio o actividad para satisfacer una necesidad o proporcionar un beneficio a una persona física o jurídica". Desde esta perspectiva lo que permite calificar a un valor como público es que se trate de un bien, servicio o actividad que satisfaga necesidades o proporcione beneficios al conjunto de la sociedad o de un colectivo (en nuestro caso, la comunidad universitaria).
En la literatura profesional podemos encontrar algunos trabajos dedicados a establecer el valor generado por las bibliotecas. Un par de ejemplos recientes pueden ser los artículos de Rachana Bhatt ("The impact of public library use on reading, television, and academic outcomes") (5) y de Sharon Weiner ("The contribution of the library to the reputation of a university") (6). En otra línea - no exactamente en la del valor público - resulta también de interés el trabajo de los noruegos Aabo y Strand (7), también sobre las bibliotecas públicas. Según estos investigadores en la valoración de estas bibliotecas hay que tomar en cuenta: el valor de uso directo (que supone el 40% del valor total), el valor de opción o de uso potencial (el 20%) y el valor de no-uso o valor de existencia (sorprendentemente un 40%).
Para explorar valores públicos a generar puede ser de ayuda el artículo de Jorgensen y Bozeman, "Public values: an inventory" (9), que establece siete grupos o "constelaciones" de valores públicos: contribución a la sociedad, transformación de intereses en decisiones, relaciones Administración-políticos, relaciones Administración-entorno, aspectos intraorganizaciones de la Administración, comportamiento de los empleados públicos y relaciones Administración-ciudadanos. A bote pronto cabe pensar que la mayoría de los valores públicos que generan las bibliotecas forman parte de la constelación de la contribución a la sociedad (a su vez compuesta por cuatro subgrupos: bien común, altruismo, sostenibilidad y estabilidad). Parece claro que las bibliotecas han tendido a centrarse en dos valores pertenencientes a esta constelación: el acceso al conocimiento en tanto bien común y la preservación del conocimiento para las generaciones futuras. Y sin embargo, parece que no es suficiente para justificar su existencia. Por ello, amparados en esta clasificación de valores públicos, deberíamos esforzarnos por descubrir nuevos valores a crear por las bibliotecas universitarias y, por tanto, nuevos impactos. Un ámbito podría ser la (buena) gestión de los recursos públicos que se nos confían tratando de generar valores relativos a la rendición de cuentas, la receptividad, la transparencia, la eficiencia, la responsabilidad... Así, aunque los principales impactos de las bibliotecas universitarias tienen que ver con el aprendizaje y la investigación, deberíamos añadir los referidos a la gestión (a modo de ejemplo: un cierto grado de centralización tiene impactos positivos en la eficiencia de la institución al generar economías de escala y una mayor facilidad para actuar en el seno de consorcios).
Volvamos al Índice Castrol. Tan preocupados/ocupados como estamos con el papel de la biblioteca en el "espacioeuropeodelaeducaciónsuperior" acaso sea oportuno tratar de medir la influencia de los diferentes servicios y actividades de la biblioteca al modo de la influencia de los futbolistas. Habría que comenzar por determinar las "zonas del campo" donde tienen lugar las acciones de la biblioteca (cuanto más cerca de la portería, mejor). Hasta es posible que nos soprendamos con los resultados o que nos encontremos con actividades con poca trascendencia. A propósito de ello, como advierte Victoria Jannetta (9): "el management se interesa más por las medidas relativas a la ganancia o la retención de clientes que por las medidas relativas a la gestión de la colección".
(1) S.Town, "Performance or measurement", Performance Measurement and Metrics, 1, 1, (2000)
(2) M.H. Moore, Gestión estratégica y creación de valor en el sector público, Paidós, 1998
(3) G.Stoker, "Public value management: a new narrative for networked governance?", American Review of Public Administration, 36, 1 (2006)
(4) En C.Haksever, R.Chaganti, R.G.Cook, "A model of value creation: strategic view", Journal of Business Ethics, 49 (2004)
(5) R.Bhatt, "The impact of public library use on reading, television, and academic outcomes", Journal of Urban Economics, 68, 2 (2010)
(6) S.Weiner, "The contribution of the library to the reputation of a university", The Journal of Academic Librarianship, 35, 1 (2009)
(7) S.Aabo and J.Strand, "Public library valuation, nonuse values, and altruistic motivations", Library & Information Science Research, 26 (2004)
(8) T.B.Jorgensen and B.Bozeman, "Public values: an inventory", Administration & Society, 39, 3 (2007)
(9) V.Jannetta, "Prove your worth: measuring the performance of library and information centers", Legal Information Management, 8 (2008).
FOTO: Chiara CC, "Ramos con la copa", Flickr, http://www.flickr.com/photos/chiaracc/4789185743/sizes/m/in/photostream/
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