Por casualidad (o serendipia, como se dice ahora) el otro día leí un artículo en el (hasta ahora) último número de la Public Administration Review (nov.-dic. 2008) que de nuevo me hizo pensar en la gestión de la calidad y su sentido.
El artículo firmado por Thomas S. Stanton (1), Director de la National Academy of Public Administration (NAPA) de EE.UU., sostiene la necesidad de mejorar la capacidad de gestión del Gobierno Federal (“una gestión eficaz del gobierno federal resulta esencial para enfrentarse a los serios desafíos que tiene el país”) y ofrece una serie de recomendaciones para el nuevo Presidente norteamericano. Aunque en principio el artículo tiene poco que ver con los problemas concretos de la gestión de las bibliotecas universitarias, contiene algunas afirmaciones que me parecen de interés como guías de actuación para quienes tenemos alguna responsabilidad directiva en las bibliotecas. En concreto hay un par de aspectos que quiero destacar.
PRIMERO. Al hilo de una frase de un ex-presidente de la NAPA que cita el artículo [“a la larga, una buena gestión es buena política (good politics)"], cabe creer que la gestión de la calidad si es buena gestión, es buena política. Parto de la idea de que la introducción de la gestión de la calidad (GC) en las bibliotecas universitarias tiene mucho de política en su doble sentido de politics (ejercicio de poder) y de policy (política pública). Esa dimensión política (sobre todo de politics) puede hacer que la apuesta por la GC quede a merced de los vaivenes propios del “cortoplacismo”.
Promovida por los gobiernos como policy de educación superior, la GC llegó a las bibliotecas universitarias casi sin que pudiéramos saber cómo ni por qué. En sus trabajos sobre la ISO 9001 en las bibliotecas universitarias, Nuria Balagué (2) desvela el papel preponderante que han tenido los gobiernos universitarios en la decisión de implantar sistemas de GC en las bibliotecas. De entrada, para que ‘la calidad’ no acabe convirtiéndose en un problema en lugar de ser una solución (o para que, al final, no tengamos que contabilizarla como un coste de oportunidad), sigue siendo necesario explicar(se) el ‘por qué’ y el ‘para qué’ de la GC en un entorno (el público) en el que no acaba de encajar perfectamente. Me pregunto si quienes tomaron la decisión han llegado realmente/eficazmente a explicar(nos) esas cosas más allá de declaraciones y documentos repletos de argumentos comunes o previsibles: rendición de cuentas, competitividad, eficiencia…
Volvamos al "cortoplacismo". Entre los que Stanton califica de obstáculos para una gestión presidencial eficaz, menciona el hecho de que “los horizontes de corto plazo de muchos cargos políticos van en contra de los esfuerzos de largo plazo por fortalecer la capacidad de gestión, favoreciendo iniciativas de corto plazo que permiten a los políticos dejar su impronta en una idea antes de irse”, lo cual hace que “algunos políticos (…) puedan ver las perspectivas de largo plazo de los funcionarios y su atención a los detalles de las normas y las políticas establecidas, como signos de deslealtad”. De todo ello se deduce que, en cierto modo, nos corresponde a los funcionarios (civil servants) asegurar el largo plazo de la GC. Por ello, si los argumentos que hasta ahora hemos obtenido de los políticos que formulan las políticas públicas no satisfacen nuestro enfoque de largo plazo, acaso deberíamos esforzarnos por apuntalarlos con nuestros propios planteamientos.
¿Qué planteamientos pueden ser esos? Por ejemplo lo que sugiere el artículo que hoy comento : fortalecer las capacidades de gestión de las bibliotecas (v. post administrar y gestionar...) con objeto de lograr una “buena gestión”. Y es que la GC se basa en unos principios de gestión sobre los que más o menos hay un acuerdo generalizado (liderazgo, orientación al cliente, gestión basada en hechos, gestión por procesos, etc.) , lo cual no quiere decir que aquella gestión que no se base en estos principios es una “mala gestión”. La mala gestión es, sobre todo, aquella que no existe.
SEGUNDO. Además de explicar más y mejor el valor de la GC, debemos también intentar otra cosa; algo que se expresa en uno de los títulos de los epígrafes del artículo de Stanton: “crear un clima en el que cuente la buena gestión”. Esto no sólo deben hacerlo los gobiernos (central, autonómico y/o universitario) o las gerencias universitarias, también lo tenemos que hacer nosotros en el interior de nuestras bibliotecas. Habitualmente las unidades organizativas de las bibliotecas responden a esquemas organizativos funcionales y como tal tienden a actuar con altas dosis de autonomía. Ese es el contexto en el que tenemos que hacer valer la “buena gestión”. Al fin y al cabo la buena gestión de los recursos públicos que se nos han confiado es deseable, si no obligatoria.
(1) T.H. Stanton, “Improving the Managerial Capacity of the Federal Government: A Public Administration Agenda for the Next President”, Public Administration Review, 68, 6 (2008)
(2) N.Balagué, “El uso de la norma de la calidad ISO 9001 en las bibliotecas de instituciones de educación superior”, BiD, 10 (2007)
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