El otro día, leyendo el resumen del fragmento de un cuento (1) que mi hijo pequeño había hecho para el 'cole', me topé con una historia incompleta que me dio que pensar. El texto trataba de unos ratoncitos que limitaban su espacio vital a tan sólo una de las habitaciones de las que había en una casa. Llamaban a esa habitación “el Palacio de Papel” (era, claro está, la biblioteca). Ese era el todo el mundo que conocían y en él se desenvolvían a las mil maravillas.... “Y es que la vida de los ratones de biblioteca es como un milagro (...) Comen lo que leen y leen lo que comen"; o "nada de lo que sucediera al otro lado de esas cuatro paredes parecía importarles un comino". Nadie quería salir de allí salvo un joven ratón, de nombre Justino, que añoraba salir al exterior aunque eso conllevara exponerse a peligros e incomodidades. Justino, además de incauto, estaba enamorado de una tal Idolina y le pidió que se fugara con él. Ante la proposición (supongo que honesta – es un cuento infantil, no lo olvidemos -) Idolina dudó, pero finalmente decidió quedarse en el Palacio de Papel ("el papel es para mí la vida, todo lo que yo soy me lo han dado los libros. Prefiero estudiar lo que es el frío antes que sentir sobre mi carne sus picaduras").
No es raro encontrarse con bibliotecarios/as que prefieren permanecer en el Palacio de Papel. Hace un par de años, un editorial de la revista Portal (2) hablaba de los bibliotecarios como de una "aristocracia académica", junto con referees y editores. La tecnología está cambiando tan profundamente las bibliotecas que - si se me permite el juego de palabras - la pérdida de importancia del papel impreso en las colecciones hace que la "aristocracia bibliotecaria" corra el riesgo de perder su papel (cuando no los papeles). Actitudes de rechazo, banalización, ignorancia olímpica, desprecio... de todo aquello que suene a gestión y a tecnología menudean entre miembros (y "miembras") de esa aristocracia del Palacio de Papel que suelen parapetarse tras la defensa del libro para no tener que salir de palacio. Otros, como Idolina, no acaban de decidirse. Creo que el futuro de las bibliotecas no depende tanto (o sólo) de la defensa del libro como del cuidado de los usuarios. Como dice Karen G. Scheinder (3), "las bibliotecas tienen que ver con la gente, no con los libros".
(1) J.Zafra, El palacio de papel, Anaya, 1998
(2) I.R. Cruz, “Challenging ISI Thomson Scientific’s Journal Citation Reports: Deconstructing ‘objective’, ‘impact’, and ‘global’, Portal: Libraries and the Academy, 8, 1 (2006)
(3) K.G. Schneider, "The McLibary Syndrome", American Libraries, (1998)
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